Naufraga ley antiobesidad

El universal
15 de abril de 2010
Editorial

Bien dice el refrán que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Si uno de cada tres niños del país padece obesidad, la solución lógica implica más horas de deporte y construir un programa pedagógico para que los niños aprendan a alimentarse mejor, lo cual incluye, desde luego, coherencia con lo que se vende en las cooperativas escolares.

Así de sencillo. Y sin embargo todo indica que en materia educativa no podemos ni siquiera hacer esto. La razón que se impone nuevamente para conservar las cosas como están es simple: las reglas que rigen la vida escolar mexicana no se pueden tocar.

Sobre los cuestionamientos de la Secretaría de Salud y del PAN en el Senado a la viabilidad de la ley antiobesidad, el impedimento para materializar las buenas intenciones legislativas es digno de alarma:

Nuestros hijos acuden a clase escasamente cuatro horas y media al día; probablemente el número de horas más bajo que pueda uno encontrar en los países medianamente civilizados. Durante esas poco más de 20 horas a la semana es necesario que los alumnos aprendan historia, matemáticas, geografía, civismo, etcétera; una obra casi imposible de lograr.

Si a este reducido horario se pretende agregar la no tan banal materia de deportes, una de dos: o estudian menos materias, o se aumentan horas a la jornada.

Cualquier alma medianamente iluminada aumentaría una media hora diaria. Sin embargo, más tiempo de clases implica pagarle más a los maestros y probablemente su organización sindical vaya a cobrar carísima la osadía de la autoridad que pretenda eso.

A esta circunstancia se suma otra: nueve de cada diez escuelas no cuentan con instalaciones con espacio para el deporte.

Siempre queda la posibilidad de hacer que los niños brinquen en sus pupitres o que cumplan con este requisito fuera de la escuela, pero ambas acciones son insatisfactorias.

Cabe preguntarse por qué el Estado mexicano no ha invertido en mejorar las instalaciones educativas. La respuesta puntual es que durante los últimos 20 años se ha aumentado el gasto corriente, fundamentalmente en sueldo y salarios para profesores y hasta muy recientemente invierte en las aulas.

En resumen, más deporte implica más salario para profesores, a quienes ya no se puede subir el sueldo, y por el otro lado, el legislador no acompañó esta iniciativa con acondicionamieto para las escuelas.

Así las cosas, probablemente toda esta intención anti obesidad terminará naufragando. Los niños no podrán mover su cuerpo porque la escuela en la que estudia no sólo está anquilosada sino obesa por todos los intereses que la atenazan.

El texto original fué tomado de aquí.

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