Pedagogía de las decisiones

Suplemento EDUCACION de la UACM, Núm. 2
3/09/2009
Jorge Martínez Sánchez


Los humanos nos construimos a través de las decisiones que tomamos. Del cúmulo de limitaciones físicas, culturales, sociales y psicológicas, escogemos cómo proceder ante una situación que nos demanda actuar.

Toda institución educativa, lo pretenda o no, influye en la formación de los alumnos en este terreno. Desde el ambiente general hasta los programas específicos y su instrumentación, la escuela impulsa el crecimiento, ya sea hacia una personalidad robusta que tiende a tomar decisiones de manera
Se necesita animar a los niños a reconocer que toman decisiones independientes, a considerar cómo decidir mejor de manera individual y en grupo, entender que las decisiones comprometen a su persona y que en ellas siempre participan los sentimientos y los valores.
responsable ante un horizonte de trascendencia personal y social o, en el otro extremo, hacia una que busca sobrevivir en una realidad que se le impone y exige, sin permitir su modificación y sin pedir opinión. Entre estos dos polos se desenvuelven las interacciones educativas de cualquier organización. Y cualquiera de ellas que admita esta realidad estará de acuerdo en que debe fomentar el primer desarrollo y evitar, en lo posible, el camino hacia el segundo.

El proceso de decisión no es meramente intelectual; los sentimientos están presentes desde el encuentro con una situación, matizando la selección de los datos y su percepción, la comprensión y la evaluación de acciones posibles. Los gustos y las aversiones, las expectativas y los temores, son diferentes en cada persona, pero siempre influyen en el proceso.

Uno de estos sentimientos, el deseo de hacer el bien, marca la orientación moral de una decisión. Mientras más nos dejemos llevar por este deseo al atender los datos, al actuar inteligentemente para entender la situación, comprender las acciones posibles y sus probables efectos, y al evaluar cada una de la manera más cuidadosa y reflexiva, estaremos conduciendo mejor el proceso. Al contrario, en la medida en que dejemos que el deseo de satisfacción inmediata sesgue el proceso, procederemos de manera irresponsable.

Desde luego, lo que se considera “el bien” varía entre culturas, personas y circunstancias, pero el deseo es el mismo y descartarlo funciona de la misma manera.

Un modelo de educación moral, congruente con las consideraciones anteriores, propone llevar a los educandos a analizar las maneras en las que toman sus decisiones, y motivarlos a buscar una responsabilidad cada vez mayor en ámbitos concretos de su vida.

En el programa federal de Educación Cívica y Ética que la sep emitió el año pasado, se define esta formación como aquella que “… promueve la capacidad de los alumnos para formular juicios éticos sobre acciones y situaciones en las que requieren tomar decisiones, deliberar y elegir entre opciones que, en ocasiones, pueden ser opuestas” (Introducción). Se establecen ocho competencias que “involucran una perspectiva moral y cívica que permite a los alumnos tomar decisiones, elegir entre opciones de valor, encarar conflictos y participar en asuntos colectivos”. Tres de ellas resultan cruciales en el tema de las decisiones: la autorregulación y el ejercicio responsable de la libertad; la participación social y política; la comprensión y el aprecio por la democracia. El programa realmente se ocupa del asunto. En él la palabra “decisión” relacionada con los estudiantes aparece cien veces, y más de sesenta objetivos, reflexiones, actividades del curso y transversales a las demás asignaturas, incluyen la referencia a las decisiones que los estudiantes toman o tomarán en el futuro.

La dinámica pedagógica parte de animar a los niños a reconocer que toman decisiones independientes; los lleva a considerar cómo decidir mejor de manera individual y en grupo, pone un rápido énfasis en las decisiones que comprometen a su persona y, finalmente, en el sexto grado pretende prepararlos para que se involucren en los procesos de decisión democrática. Por ejemplo, entre las metas se incluyen:

Grados 1 – 2. Distingo situaciones donde tomo algunas decisiones de manera independiente, de otras donde sigo indicaciones; valoro la importancia de dar y recibir atenciones y considero a los otros en decisiones que pueden afectarlos; participo con propuestas y compromisos en la toma de decisiones y anticipo repercusiones para mí y para otros.

Grados 3 – 4. Un aprendizaje esperado es saber utilizar procedimientos para la toma de decisiones colectivas en los grupos de los que formo parte.

Grados 5 – 6. Reconozco que las decisiones son expresión del ejercicio de mi libertad, analizo los criterios que empleo al tomar decisiones que afectan a los demás, aprendo a decidir sobre mi persona, utilizo procedimientos como el diálogo, la votación, el consenso y el disenso en la toma de decisiones colectivas y valoro su sentido democrático (esto incluye reconocer la manera en la que se toman decisiones en el ámbito gubernamental y cómo podrán participar en el proceso).

Lo que se extraña en esta magnífica propuesta es una mayor atención al papel de los sentimientos en la toma de decisiones y, en especial, a la reflexión y el diálogo en los niveles adecuados, sin imposición pero motivante, sobre ese deseo primario de hacer el bien, de avanzar incansablemente en ser mejores personas. No es que los sentimientos estén del todo ausentes, puesto que convivir y participar permite fortalecer la autoestima, el sentimiento de estar bien con uno mismo, el gozo en la colaboración hacia metas comunes, y otros aspectos de la configuración afectiva de los estudiantes. Pero no se explicita de manera suficiente, por lo que las posibilidades de su atención y desarrollo quedan en manos de los profesores.

El programa se empezó a aplicar recientemente y enfrenta las dificultades usuales: no tiene horario propio, utiliza parte del tiempo que pudiera destinarse a otras asignaturas dentro de un programa repleto de contenidos; los profesores no siempre están preparados para facilitar el desarrollo hacia las competencias establecidas y muchos no parecen dispuestos o capaces de llevar a buen éxito las complicaciones emocionales que pudieran surgir en algunas de las actividades que se proponen.

Se tiene noticia de investigaciones educativas en proceso acerca de los mecanismos didácticos para aplicar el programa. Será interesante evaluar su impacto cuando algunos niños lo hayan vivido durante seis años.

Jorge Martínez Sánchez es matemático y filósofo con posgrados en educación por la Universidad de Harvard y la Universidad Iberoamericana.

El texto original fué tomado de aquí.

1 comentarios:

  Daniel-Software 360 online

8 de diciembre de 2015, 9:03

Tal y como se menciona en el principio del articulo Los humanos no nos construimos a través de las decisiones que tomamos. Del cúmulo de limitaciones físicas, culturales, sociales y psicológicas, escogemos cómo proceder ante una situación que nos demanda actuar.
La valiosa información que se menciona en el articulo esa magnifica, muchas gracias.